GRACIAS. IES Tiempos Modernos.
Nos queda vuestro entusiasmo, vuestro esfuerzo y el corazón que habéis puesto en recordar a Carlos. A veces las palabras son insuficientes ante demostraciones como la vuestra en el homenaje a mi hijo. Por ello mi agradecimiento perdurará en el tiempo que me quede de vida. Decir adiós a Carlos, con el cariño que nos lo habéis ofrecido, es algo siempre cercano, una forma de recordar con música su estancia en su, -vuestro-, Instituto. Gracias por la placa dedicada a su memoria en aula de música y a todo el Instituto Tiempos Modernos, desde su director, José María Lapresta, hasta el último de los estudiantes, que tienen la suerte de tener un profesorado, y un personal laboral, con ese coraje de vida que tan difícil es encontrar actualmente.
Hasta luego, que es ese adiós liviano que nos da la esperanza de estar siempre a vuestro lado.
Decir adiós es el poema que, con humildad, os dedico don todo el agradecimiento de mi familia.
Decir adiós
Decir adiós es siempre una herida.
Como arrancar pétalos a la rosa
y dejarla aterida.
Hay sombras en la mano del adiós,
en el beso a distancia,
en el mínimo estupor de lágrima
a la espera, sin ruido, indefensa.
Decir adiós es sonrisa desvaída,
casi mueca, que presiente derrota
aunque parezca festiva.
Es ese frío de abandono
que te cerca y crea dudas,
un desgarro por dentro, fugitivo,
muy cerca del derrumbe.
Decir adiós es quedarse a la espera,
como morir antes, quedar inerme
en suburbios de noche, a la intemperie.
Decir adiós es una soga de humo
que asfixia levemente
con su cruel danza de pequeña muerte.
Familia de Carlos Pérez García-Rossell